La muestra reflexiona sobre la relación entre la espiritualidad y el arte contemporáneo, que se encuentra en los cimientos del arte abstracto, en la teosofía de Mondrian y en importantes antecedentes como por ejemplo Gaudí, Le Corbusier, Rothko y, incluso, Miquel Barceló, entre otros. La Sala de Algemesí hace esta reflexión a partir de las obras de Luis M. Caballero que, desde su niñez, tuvo la oportunidad de conocer en primera persona estas dos esferas: el arte de vanguardia -a través del contacto directo con los artistas que participaron en la construcción Colegio Apostólico de los Padres Dominicos de Las Arcas Reales de Valladolid con el arquitecto Miquel Feisac y en el que participan los artistas Capuz, Labra, Oteiza- y la vocación religiosa -en sus estancias en seminarios y, sobre todo, a través de su amistad con el escritor y misionero claretiano Pere Casaldàliga, gran defensor de los derechos de los nativos de la Amazonas en Brasil, que llegó a ser obispo de Mato Grosso, y transmitió al artista la idea de justicia social-.
Bajo el título Espiritualidad, tradición y vanguardia en la escultura de Luis M. Caballero la muestra recorre las diversas técnicas y temáticas que han forjado una vida dedicada a la escultura. El comisario, Alejandro Villar, y un equipo de jóvenes estudiantes de Historia del Arte, plantean un recorrido por más de 40 piezas estructuradas en cuatro apartados: «El sentimiento ancestral de aquello místico», «El Rakú: los secretos cromáticos de la cerámica», «La esfera íntima: la familia» y «Religiosidad y vanguardia». En ellas podemos ver la evolución de estilo -primitivista, surrealista y fauve- y una intensa investigación sobre las técnicas escultóricas como por ejemplo la talla en madera, el modelado en barro, la cerámica y el «Rakú», técnica japonesa que posibilita unos efectos cromáticos muy especiales.